Artículo para el blog de las Jornadas de Debate que se celebrarán en Llanes el 11, 12 y 13 de septiembre en Llanes sobre «La Crisis Económica. Causas y soluciones» a las que asisto como moderador de la mesa del primer día.
Sin ningún empacho, los mismos ejecutivos y cargos gubernamentales han pasado, en unos meses, de cantar alabanzas a las bajadas de impuestos y a la disciplina fiscal, a pretender el sostenimiento de la demanda mediante el gasto público, en una curva ideológica verdaderamente sorprendente. Maravillas de estos tiempos modernos, dignos herederos de Chaplin. Todo ello, mientras facultades de económicas y escuelas de empresariales renuevan sus temarios, con el objeto de que teoría y realidad no diverjan en exceso.
Dice la maldición “Ojala vivas tiempos interesantes…” y estos lo son, en lo político y en lo económico. Lo desesperanzador surge cuando, con nuestras limitadas herramientas intelectuales, asistimos al espectáculo que nos ofrece quien nos gobierna. Responsables de enviar sorprendentes mensajes a la sociedad, no ya a favor o en contra de una u otra escuela económica, si no de ruptura con los consensos más básicos del sentido común y del interés general.
Así, las conclusiones más recientes de la prensa europea donde se pretende dar por zanjada la crisis en este mes de septiembre, causarían sonrojo si no fuesen responsables gubernamentales quienes se encuentran detrás de esta manipulación (en 2008). Otras mentiras comunicaciones y medidas más autóctonas: como la tan nombrada devolución de los 400 euros, el cambio de 150 euros en la cesta de la compra por productos españoles, la fallida política de “campeones nacionales de energía”, el pretendido aterrizaje suave de los precios de la vivienda; o las mas recientes: de la ausencia del debate nuclear en torno al modelo energético, de las estériles polémicas sobre el gasto sanitario, de la ausencia de una necesaria modificación en la regulación del mercado laboral, de la pretendida reforma fiscal que día a día se transforma a golpe de titular, o la diseñada ayuda de los 420 euros a los parados de larga duración en un entorno de absoluta improvisación (Ahora ya no se si es universal o no). Tal falta de planificación es preocupante y ofensiva. Esa percepción generalizada de que España se gobierna a golpe de estudio de opinión debería hacernos reflexionar sobre quien y como se guía el destino económico/político de este país.
Hoy, con un trilero por Presidente que miente sin empacho (en 2008, en 2008, en mayo, en agosto, en septiembre), con unas cifras alarmantes y al alza de desempleo y un descenso del PIB anual del 4,2%. Hoy, cuando la OCDE confirma la pésima situación comparativa de España frente a los países de nuestro entorno y su evidente salida más tardía de esta crisis. Hoy, cuando la recaudación pública se encuentra bajo mínimos y el consumo y la inversión privados se muestran totalmente paralizados. Hoy, nuestra Ministra de Economía se permite el lujo de alentar el optimismo y aventurar que el despegue español se producirá en el segundo trimestre de 2010, cuando hace un año se trasmitió a la población que se empezaría a salir de la crisis a partir de la segunda mitad del 2009.
Hoy, con un sistema financiero sostenido por las mentiras de los balances de las entidades, la realidad tozuda es que somos un país que va a sufrir una crisis larga y dramática, en la que muchos analistas ven a España como el ejemplo peor preparado para afrontarla. En la que serán necesarios sacrificios y dolorosos cambios, individuales y colectivos.
Nuestro gobierno no debería permanecer ajeno a la imperiosa necesidad de trasmitir esta realidad a la sociedad. Al seguir utilizando las mismas herramientas “balsámicas”, vendiendo a la población una falsa tranquilidad, el mensaje transmitido de que la crisis se solucionará sola, como un mero problema temporal y pasajero, que no hace necesario un ejercicio de autocrítica, es dañino y perjudicial para los ciudadanos en su toma de decisiones.
Empresas, sí, pero también: administración pública, sindicatos y trabajadores. Políticos y ciudadanos, todos consentidores, hemos sido culpables de este desastre. Todos tendremos que evaluar nuestro papel y deberemos tomar una posición activa si queremos participar en la recuperación. Si queremos salir de esta crisis, no como la mala caricatura de un país egoísta e indolente, sino con el retrato de una España capaz de sacrificarse y ser mejor.
Creo que esa es la parte más importante de esta crisis, darle voz y escuchar a quienes han demostrado ser dueños de un discurso propio e independiente. Quienes pueden aportar propuestas con valor, desde su experiencia, alejados de las ocurrencias electoralistas de aquellos conservadores de izquierdas y derechas cuya mayor inquietud es no ser movidos por los tiempos. Crisis como estas deben provocar debates: el del déficit exterior, el del modelo energético, el del gasto sanitario, el del papel de la administración pública, la reforma laboral o incluso el del modelo de estado, para tratar de confrontar argumentos, con el objetivo de que hoy, en este momento crítico de cambios e inestabilidad, entre aquellos que se preocupan por el futuro de este país, puedan surgir las ideas sobre las que construir una sociedad mejor.